No sé qué quiero escribir, no sé si siquiera quiero hacerlo. Solo sé que hay algo dentro de mí que me pide que lo haga, aunque solo sea para en un futuro (supongo que lejano) poder volver aquí y ver cómo ha pasado el tiempo.

Siempre me retengo de publicar nada por vergüenza, por vagancia o simplemente porque se me olvida que quiero hacerlo. Me miento.

Pero tengo que hacerlo. Ya estoy cansado de consumir y ser consumido por contenido todo el rato. Quiero hacer algo que sea mío, no quiero pasar los ratos libres metido en una espiral de reels, shorts, tiktoks o cualquier derivado.

Y ahora (2025), con todo este alzamiento de la IA, como parece que vamos a perder nuestro puesto en la cúspide de la pirámide de la creatividad, creo que es un buen momento para empezar, como siempre, tarde.

En resumen: ¿por qué cuesta tanto?

La última vez que disfruté escribiendo quizás fue en el colegio, cuando nos pedían hacer redacciones sobre nuestro fin de semana.

Siempre se dice que los inicios no son fáciles; luego, cuando empiezas, lo complicado es ser persistente, y cuando ya has conseguido esas dos cosas, te das cuenta de que lo que de verdad es difícil es terminar.